Argentina y la bajamar

Texto: Pablo Sandoval Coronado   tw: @_la_enredadera

Cómo se hace saber a los otros de las cosas monstruosas que están pasando, de quienes las perpetran y las quieren ocultar. Las generaciones argentinas que crecieron con Videla, que vivieron entre fascistas y que experimentaron en la propia carne la mecánica salvaje del terrorismo de estado, encontraron en ciertos lenguajes artísticos la oportunidad de un canal para nombrar lo que ocurría en el contexto de la dictadura que inicia en 1976.

Hay quienes crecimos en otras latitudes, envueltos en otras violencias no menos deleznables, y muchos años después de lo ocurrido en la Argentina supimos de un pedacito de esa historia a través del rock y la palabra. Las canciones también pueden resultar en instrumento filudo para historiar, para reportar las eventualidades de una época. Por medio de ellas se puede entrever el mundo del que provienen y las trasciende; con ellas podemos asomarnos a lo que nos excede, a las extensiones encumbradas de la belleza, de la verdad, así como al inframundo sórdido de lo humano. En la Argentina ellas fueron un medio para ingresar a esta realidad dolorosa. Ciertamente, un medio indirecto, pues para soslayar a la Junta Militar, para esquivar la represión y escapar a la censura, los rockeros hacedores de canciones, cifraron sus mensajes en líricas de doble sentido, de significaciones implícitas.

El equipo de La Enredadera llegó a Buenos Aires para emprender un trabajo audiovisual que narrara acerca de esa experiencia conocida a través de textos y música. En contraste con lo terrible y lo innombrable nos encontramos con la vida del verano en una urbe vibrante que parecía mirar sólo hacia el frente. Entonces, la inquietud se vuelve pregunta. Acaso después de tanto dolor la vida puede continuar como si nada hubiera pasado. Días después nos reencontramos, a través del Río de la Plata y de su Costanera Norte, con esa capa que se extiende por debajo del dinamismo y la altivez del Obelisco: el pasado que se vuelve memoria en el constante trabajo de aferrarse a la verdad y la justicia, de zurcir la herida que dejan los cuerpos ausentes que fueron arrojados en los vuelos de la muerte y desaparecidos.

Esta especie de subterraneidad del dolor que cubre y carga las corrientes del Río de la Plata, del Atlántico y el Delta del Paraná es la clave para la forma que tomará la narrativa fílmica de la obra sonoro-visual que llamaremos Bajamar, la cual se estructura a partir de la idea de capas y paralelismos. Finalmente, la música se aborda desde el principio de semejanza. De manera intuitiva buscamos generar material sonoro que, a modo de un procedimiento analógico, tradujera las formas erráticas de las bifurcaciones que configuran las ramas de los árboles. Estas morfologías nos remiten a las disposiciones físicas que supone la experiencia del dolor frente a la violencia.

 

Las piezas sonoro visuales son parte de un proyecto de largo aliento de La Enredadera Producciones. Se conciben como un dispositivo que integra lenguajes múltiples para transportarnos a una experiencia multisensorial, que es a la vez multisignificativa.

«Polvaredas» de L A  E N R E D A D E R A

Créditos

Pablo Sandoval Coronado

Composición musical

 

Gabriela D. Guevara

Realización visual (guión, fotografía, edición)

 

 

Interpretación musical a cargo del

Ensamble Instrumental del Centro de Experimentación y Producción de Música Contemporánea (CEPROMUSIC)

(Instituto Nacional de Bellas Artes – Secretaría de Cultura)

 

José Luis Castillo, director

 

Diego Morabito, flauta

Diego Cajas, clarinete

Luis Mora, clarinete

Ventsislav Spirov, fagot

Orlando Aguilar, percusión

Juan José García, contrabajo

 

Grabación del concierto realizado el domingo 24 de marzo de 2013 en la Sala Manuel M. Ponce del Palacio de Bellas Artes

 

Todas las imágenes fueron tomadas en la Ciudad de Buenos Aires, Argentina.

Espacio Memoria y Derechos Humanos (Ex – ESMA), Ovelisco, Parque de la Memoria (Costanera Norte), Río de la Plata

 

CUERNAVACA, MORELOS

2019

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