Impugnar el olvido: Polvaredas

Pablo Sandoval Coronado   tw: @_la_enredadera

Al inicio del proceso de creación de Polvaredas, estábamos colmados de preguntas y de posibles respuestas. En poco tiempo nos quedó claro que las palabras sobraban al ser insuficientes. Los golpes de la historia entre los años 1980 y 2000 y lo que proyectan hacia el presente nos impactan como una exigencia: tomar posición ante lo ocurrido como una forma de impugnar el olvido, como una forma de refrendar la memoria. En este empeño por no olvidar, viajamos a determinadas localidades de la sierra peruana en busca de las huellas que guardan los escenarios de la violencia y de los espacios en los que la memoria sobrevive.

De los años de violencia en Perú se desprende una onda expansiva, y dos décadas más tarde su potente resonancia no ha dejado de producir desgarraduras en el tejido social. A los embates del conflicto armado interno peruano suceden los traumas de la memoria ante la pérdida y los actos violentos, de los duelos imposibles, de la identidad social perforada, de una política desmembrada que se ahoga en la arena de las ideologías que colisionan sin poder reconocerse. ¿Cómo se recobra el impulso vital?, ¿cómo se hilvanan las heridas?, ¿cómo curar el tiempo?, ¿cómo se detiene la embestida que amenaza con volver?

Hacia Polvaredas

Las grandes extensiones que se muestran en las imágenes de Polvaredas, la imponente orografía tan particular de Ayacucho, territorio en el que se libró uno de los momentos más encarnizados de la guerra interna peruana, es lo que da la pauta para la composición de este dispositivo de memoria. Estos espacios sinuosos, que nos hacen sentir la lejanía, nos hacen conocer lo inaccesible de estas tierras y lo imposible que parece ser que dos bandos se enfrenten en medio de esta apertura majestuosa de la naturaleza, inhóspita y bella a la vez.

Los pueblos anidados en estos parajes nos hacen pensar en las hendiduras que dejó el conflicto. Algo de la desolación de los lugares recónditos de la sierra se percibe también en el trato con la gente. Hay una tristeza que parece habitar allí: los pequeños pueblos que no nos hablan desde la palabra, pero sí desde los gestos que vemos, desde los semblantes que nos miran, desde las corporalidades lejanas y desconfiadas.

¿Cómo llevar todo esto a la música y a la poesía? Esta es una tarea sin duda inabarcable, sin embargo nuestra experiencia en el lugar y estas percepciones guardan estrecha relación con el planteamiento compositivo tanto musical como poético. Los fragmentos de poemas de José Watanabe se entrelazan con los pasajes visuales y con una narrativa sonora construida a partir de la premisa de extender las duraciones del material acústico —en palabra y sonido musical— que constituye cada una de las secciones que integran Polvaredas.

 

Las piezas sonoro visuales son parte de un proyecto de largo aliento de La Enredadera Producciones. Se conciben como un dispositivo que integra lenguajes múltiples para transportarnos a una experiencia multisensorial, que es a la vez multisignificativa.

«Bajamar» de L A  E N R E D A D E R A

Fotografías: Gabriela Delgadillo Guevara   IG: @ojoenfuga

Créditos

 

José Watanabe

Poesía

Fragmentos de tres poemas:

La estación del arenal (1994)

La serpiente (2006)

Antígona (2000)

 

Gabriela Delgadillo Guevara

Realización visual (guión, fotografía y edición)

 

Las imágenes fueron registradas en el departamento de Ayacucho, en las ciudades de Huamanga, Huanta, la localidad de Tambo, los poblados de Quinua y Purus, el Cañón de Huatuscalla, la comunidad de Uchuraccay. También se realizaron tomas en la Reserva Nacional de Paracas y en Tres Cruces, Paucartambo.

 

Pablo Sandoval Coronado

Composición, arreglos y dirección musical

 

Interpretación Musical:

Nayeli Stanfield

Voz

Mónica del Águila

Violonchelo

Pablo Sandoval

Jarana Jarona, Guitarra, Voz y Percusiones

Juan Vladimir Drake Palmer

Bajo

 

Grabación musical realizada en Estudios Noviembre

Gilberto Rabiela

Ingeniero de grabación y mezcla

Alejandro Solis

Ingeniero de grabación

 

                                                                                        Agradecimientos:

A Gisela Delgadillo Guevara, a León Portocarrero y Jaén Mujica.

Un agradecimiento especial a Edmundo, Mariana y Julia.

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